Los fusilamientos de Moncloa
Se trata de una pintura del pintor aragonés Francisco Goya y Lucientes, titulada El tres de Mayo de 1808 o Los fusilamientos de la Moncloa. Fue pintado en 1814. No se sabe muy bien para que fin fue concebido, aunque todo hace pensar que fue pensado para ser ubicado en alguna arquitectura efímera. Ingresó en el Museo del Prado a principios del siglo XIX( y que es donde actualmente se encuentra), aunque no se expuso hasta 1868, según cita algún catálogo de la época.
La pintura está realizada sobre un lienzo utilizando la técnica del óleo.
La composición se divide en dos partes fundamentales; la primera, a la izquierda, la compone un grupo de civiles, unos doce, en distintas posturas; uno se tapa la cara, otros ya muertos yacen en el suelo, otro aparece rezando, otro con los brazos abiertos... La parte de laderecha la conforman un grupo de seis soldados que apuntan con sus fusiles al grupo de civiles que tienen delante. En el lado del grupo de civiles, se encuentra la montaña del Príncipe Pío. Y al fondo, se aprecia una arquitectura perteneciente a la ciudad de Madrid y la negra noche donde se desarrolla la acción, y que cubre el resto de la composición.
La maja vestida
La maja vestida es una de las obras más conocidas del pintor español Francisco de Goya. Está realizado en óleo sobre lienzo.
El traje blanco de esta Maja se ciñe de tal forma a la figura, en particular el sexo y los pechos, que parece más desnuda que la otra. La cintura la resalta mediante una lazada rosa. La nota de color del cuadro la pone la chaquetilla corta o bolero, similar al de los toreros, de mangas anaranjadas con los puños rematados con encaje negro. Lleva zapatos dorados de pequeño tamaño.
Goya la pintó con pinceladas sueltas, pastosas y muy libres, a diferencia de la Maja desnuda, en que el pintor es más cuidadoso en el tratamiento de las carnaduras y sombreados. La figura de la maja está bañada con una luz que destaca las diferentes texturas.
Se retrata a la misma mujer recostada en un lecho y mirando directamente al observador. No se sabe, a ciencia cierta, quién es la retratada. Se apuntó la posibilidad de que se tratara de la decimotercera duquesa de Alba María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, amiga de Goya. No obstante, dado que el primer propietario fue Godoy, se ha considerado más probable que la modelo directamente retratada haya sido la entonces amante y luego esposa del propio Godoy, Pepita Tudó.
También ha suscitado dudas el objeto rojizo que se asoma bajo los cojines; algunos pensaron que era la empuñadura de una daga o puñal, lo que acentuaría las connotaciones novelescas y eróticas del retrato. Otras fuentes creen que es un abanico cerrado.
La gallina ciega
La gallina ciega (1789) es uno de los cartones que servían como modelo para las manufacturas de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara de Francisco de Goya y estaba destinado a la decoración del dormitorio de las infantas del Palacio de El Pardo y fue realizado poco después de que accediera al trono de España el rey Carlos IV. Se trata de la cuarta serie de cartones que Goya realizó entre 1788 y 1792, dedicados al ocio y las diversiones campestres. De este cartón se conserva un boceto previo en el Museo del Prado.
El cuadro muestra muchachos y muchachas jugando al popular pasatiempo de «la gallina ciega», con un personaje vendado en el centro que intenta tentar a los demás, que bailan en corro, con una gran cuchara.
Los jóvenes están vestidos de majos y majas, atuendo de las capas humildes de la sociedad española con que los aristócratas (como los de este cuadro) gustaron de vestir. Algunos otros, con casacas de terciopelo y tocados de plumas, siguen en cambio los dictados de la moda de las clases altas venida de Francia.
La composición está resuelta alternando los personajes entre los huecos que dejan los situados en primer y último término, y contrastando el joven que se agacha a la derecha para esquivar el cucharón con el que le intenta tocar y la mujer inclinada hacia atrás con otro joven que lo hace hacia adelante.
El cuadro es un exponente decantado del estilo galante o Rococó, y sus rasgos de estilo característicos: vivacidad, inmediatez, curiosidad, cromatismo de suaves rosas, texturas de gasa en las faldas de las mujeres, un paisaje de fondo luminoso y el reflejo de un momento encantador de disfrute de la vida no exento de posibilidades de flirteo.
El aquelarre
El aquelarre es uno de los pequeños cuadros que pintó Francisco de Goya entre 1797 y 1798 para el palacio de recreo de los Duques de Osuna, en la finca que ellos tenían en la Alameda de Osuna (hoy Parque del Capricho), entonces a las afueras de Madrid, cerca del pueblo de Barajas. Más tarde, después de 1928, José Lázaro Galdianolo compró para su colección particular y actualmente forma parte de los fondos pictóricos de la Fundación Lázaro Galdiano.
El lienzo muestra un ritual de aquelarre, presidido por el Gran Cabrón, una de las formas que toma el demonio, en el centro de la composición. A su alrededor aparecen brujas ancianas y jóvenes que le dan niños con los que, según la superchería de la época, se alimentaba. En el cielo, de noche, brilla la luna y se ven aves nocturnas (que podrían ser murciélagos). En la serie de la que forma parte se encuentran también otros cinco cuadros de similar temática y dimensiones, que son: Vuelo de brujas (Museo del Prado), El conjuro (Museo Lázaro Galdiano), La cocina de los brujos (colección privada, México), El hechizado por la fuerza (National Gallery de Londres) y El convidado de piedra (hoy en paradero desconocido).
La escena pertenece a la estética de «lo sublime terrible», caracterizada por la preceptiva artística de la época también en el prerromanticismo literario y musical y que tiene su paralelo en el Sturm und Drang alemán. Se trataba de provocar un desasosiego en el espectador con el carácter de pesadilla. En este cuadro y en la serie a la que pertenece se acentúan los tonos oscuros, y es por ello que la ambientación se sitúa en un paisaje nocturno. En el momento de la ejecución de esta serie, Goya se encuentra trabajando en Los caprichos con los cuales guarda una estrecha relación. El tema de la brujería estaba de actualidad entre los ilustrados españoles amigos del pintor, especialmente inclinado a él estaba Leandro Fernández de Moratín.
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